domingo, 20 de febrero de 2011

El juego de las diferencias

Como el siempre vigente juego de buscarles las diferencias a dos imágenes que a simple vista podrían verse muy similares, el hincha de Vélez bien podría intentar mitigar el mal trago de perder con All Boys y romper un invicto de meses como local intentando descifrar cuáles fueron los cambios tan profundos entre el equipo que terminó descollando el año pasado y el que empezó este con más dudas que certezas. Cualquier pasatiempo vale por ahora para evitar caer en el camino fácil de empezar a criticar sin piedad en vez de analizar con paciencia, pese a la incomodidad de encontrarse con un punto sobre seis en el arranque de este Torneo Clausura.


La defensa y el arquero son los mismos de siempre. Los que el campeonato pasado, con sus errores y todo, recibieron apenas nueve goles, hoy acumulan cuatro en dos presentaciones domésticas. Los goles del Albo desnudaron sus serias falencias a la hora de la marca, así como los de Independiente había remarcado las propias del juego aéreo. Sin dudas, hubo un bajón en el rendimiento y la concentración tampoco es la misma, sobre todo en la zaga central. No están al 100 por 100. Contra All Boys, le tocó jugar a Díaz en lugar de Cubero (algo que también sucedía en el Apertura), y el equipo bajó un poco su caudal de faltas por el sector, aunque tampoco pudo evitar flaquezas… y aquí entra el factor Augusto, uno de flojo rendimiento en el medio con serias consecuencias a sus espaldas.

Razzotti, hasta ahora y con algún altibajo, no es menos que Somoza, y Zapata es el de siempre. Pero arriba está la diferencia burda, y cada vez más determinante, de la falta de Silva. O de cualquier delantero neto de área. La fatalidad de las lesiones se ensañó con el plantel en un puesto clave, y así se ve cómo Ramírez se sumó a Moralez y Martínez para aportar calidad, pero falta quien pivotee, se lleve las marcas y eventualmente se perfile como opción de puntada final. Ahora, cualquier defensa atenta se cierra y se convierte en una red en donde caen los tres, uno por uno, sin siquiera poder tirar un centro para que cabecee un tanque. En esta situación, habrá que aprender a jugar sin ese referente y empezar a ensayar opciones como el desborde por los costados sin centro apresurado, siempre con la pelota en el piso. Ya quedó demostrado que el remate de media distancia sirve sólo en días de inspiración. Pero el abuso del recurso, como en este partido de parte de Ramírez, tiene un tufillo a impotencia.

Las diferencias, así, no son tantas pero sí determinantes. Un bajón futbolístico en la contención y un golpe de mala fortuna arriba obligan a reacomodar las filas con rapidez. Para colmo, ante la adversidad, esta vez no apareció la actitud: así como en el primer tiempo Vélez llegó a jugar bien, mucho más que el práctico All Boys en su mejor momento del pleito, después del segundo gol rival fue pura intrascendencia e imprecisión. ¿Cómo mejorar? No va a faltar aquel que ya dé por perdido el certamen local y sugiera ponerle todas las fichas a la Copa. No es la solución, porque el equipo titular sufre de males tan concretos que se deben tratar lo antes posible, y cualquier partido local servirá para probar fórmulas que podrían optimizarlo. Es el momento entonces de confiar. En el grupo -cuerpo técnico y jugadores- y también en los dirigentes. Que, quién sabe, quizás tengan la chance de hacer un aporte de peso: sacar un delantero de la galera y renovar un poco los aires de ilusión.

Por Marisa Pontieri (TyCSports).

miércoles, 16 de febrero de 2011

El triunfo no es todo... ¡pero cómo ayuda!

Como la Copa Libertadores no es precisamente un torneo ligero que perdone a los que perdonan, lo importante contra Caracas era ganar. Y se logró, con una diferencia que pareció sacada de las optimistas previsiones de los hinchas, que incluían altas dosis de deseo. Sin embargo, el desarrollo dejó algunas cuestiones que revisar, siempre teniendo en cuenta que apenas se jugaron dos partidos después de la pretemporada, y sin una formación consolidada. Recién en un par de partidos se podrían sacar conclusiones más firmes…


El pelotón ofensivo que había plantado Gareca, para sorpresa de más de uno, no fue necesariamente sinónimo de volumen de juego. El desorden y el abuso del centro fácil para los defensores (no era lo mismo apuntar a la cabeza de Franco que a la de Giusti) fue la marca registrada del primer tiempo, cuando el jugador de más se notaba poco y nada. Después sí hubo asociación más inteligente, casi lógica, entre las joyas de arriba, apuntalados desde atrás por Razzotti. Y varios lucieron su brillo individual, como Maxi o Ramírez, la buena nueva del plantel, a la hora de marcar sus golazos.

Las dudas sobrevienen porque el rendimiento conjunto no se vio sólido ante un rival claramente de menor categoría. Papa es uno cuando ataca y otro cuando defiende (vaya novedad) y por su sector los venezolanos jugaron de más en la etapa inicial. También Cubero volvió a mostrar su faceta rústica. Claro, cuando la utiliza para frenar a un desconocido de Caracas genera algo más de escozor que de costumbre. ¿Qué hará si le tocara enfrentar a algún wing rapidito, por ejemplo, en Brasil? ¿Estará más afilado con el correr de los partidos? Cuidado, porque así como el juez fue tan benévolo al dejarnos con un jugador más por un codazo que no existió, sabemos sin misterios que en la Copa y de visitante la lógica se da exactamente al revés. Encima los golpes del Poroto sí, existen.

Mientras tanto, las lesiones no perdonan. Quiso el destino que en pocos días se perdiera a los atacantes más netos y sin poder culpar aún al ritmo fuerte de la doble competencia. Habrá entonces que confiar en los más jóvenes, apuntalados desde atrás por esas otras cartas de victoria que saben lograr sus objetivos con dos fórmulas diferentes: en conjunto o con genialidades aisladas. Por ahora, ambas funcionan. Y vaya que los triunfos ayudan a trabajar, probar y seguir mejorando.

Por Marisa Pontieri (TyC Sports).

sábado, 12 de febrero de 2011

Actitud, divino tesoro

El debut de Vélez en el Clausura fue una fiel muestra de dos extremos a los que este equipo puede llegar. En un tiempo, exhibió sus (archi) conocidas falencias defensivas, sobre todo a la hora de contrarrestar el juego aéreo y ajustar marcas, dejando en claro que al Fortín pocas cosas le duelen más que los centros. En el otro, su ambición apoyada desde el banco y potencial ofensivo, manteniendo intacta su capacidad de paliar cualquier descalabro en otra línea. Pero si el empate cayó bien no sólo fue por la remontada en el marcador, sino porque la actitud estuvo. Nunca declinó aún 2-0 abajo, ni entró en los lugares comunes de la desesperación o la resignación. De no ser porque era la presentación y se esperaba ganar, una levantada así hubiese merecido mucha más euforia.
 También influyó en el saldo positivo que el equipo debiera funcionar con engranajes no del todo aceitados, por primera vez en un partido por los porotos. No era lo mismo ni fácil para Razzotti reemplazar a Somoza con Zapata que con Canteros al lado. Tampoco la defensa por su sector estuvo en su mejor noche, y así los volantes rivales, como Battión o Cabrera, se lucieron de más. A Moralez, excepto por sus ganas y el gol, no se lo vio muy cómodo en su función más adelantada. Y David Ramírez tuvo que irse acoplando con el correr de los minutos, dejando la sensación de que será muy útil cuando le tome al máximo el pulso al equipo.
 Que finalmente no se haya perdido permite reordenar las ideas con mayor tranquilidad. ¿Cómo solucionar las dificultades defensivas? Ya sin la chance de recurrir a refuerzos aunque sí con la posibilidad de meter mano entre los juveniles (la doble competencia lo hará más factible), la respuesta es sólo una: trabajo y más trabajo. Después, sólo se tratará de buscarle el máximo rendimiento a la parte ofensiva. Rogar que las lesiones ni se asomen por el plantel. Y mantener esa actitud, la fórmula sagrada para que todo sea posible.

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