miércoles, 16 de febrero de 2011

El triunfo no es todo... ¡pero cómo ayuda!

Como la Copa Libertadores no es precisamente un torneo ligero que perdone a los que perdonan, lo importante contra Caracas era ganar. Y se logró, con una diferencia que pareció sacada de las optimistas previsiones de los hinchas, que incluían altas dosis de deseo. Sin embargo, el desarrollo dejó algunas cuestiones que revisar, siempre teniendo en cuenta que apenas se jugaron dos partidos después de la pretemporada, y sin una formación consolidada. Recién en un par de partidos se podrían sacar conclusiones más firmes…


El pelotón ofensivo que había plantado Gareca, para sorpresa de más de uno, no fue necesariamente sinónimo de volumen de juego. El desorden y el abuso del centro fácil para los defensores (no era lo mismo apuntar a la cabeza de Franco que a la de Giusti) fue la marca registrada del primer tiempo, cuando el jugador de más se notaba poco y nada. Después sí hubo asociación más inteligente, casi lógica, entre las joyas de arriba, apuntalados desde atrás por Razzotti. Y varios lucieron su brillo individual, como Maxi o Ramírez, la buena nueva del plantel, a la hora de marcar sus golazos.

Las dudas sobrevienen porque el rendimiento conjunto no se vio sólido ante un rival claramente de menor categoría. Papa es uno cuando ataca y otro cuando defiende (vaya novedad) y por su sector los venezolanos jugaron de más en la etapa inicial. También Cubero volvió a mostrar su faceta rústica. Claro, cuando la utiliza para frenar a un desconocido de Caracas genera algo más de escozor que de costumbre. ¿Qué hará si le tocara enfrentar a algún wing rapidito, por ejemplo, en Brasil? ¿Estará más afilado con el correr de los partidos? Cuidado, porque así como el juez fue tan benévolo al dejarnos con un jugador más por un codazo que no existió, sabemos sin misterios que en la Copa y de visitante la lógica se da exactamente al revés. Encima los golpes del Poroto sí, existen.

Mientras tanto, las lesiones no perdonan. Quiso el destino que en pocos días se perdiera a los atacantes más netos y sin poder culpar aún al ritmo fuerte de la doble competencia. Habrá entonces que confiar en los más jóvenes, apuntalados desde atrás por esas otras cartas de victoria que saben lograr sus objetivos con dos fórmulas diferentes: en conjunto o con genialidades aisladas. Por ahora, ambas funcionan. Y vaya que los triunfos ayudan a trabajar, probar y seguir mejorando.

Por Marisa Pontieri (TyC Sports).

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