La semana pasada nos ocupamos del Caso López. Pero si de controversias se trata, podemos deternernos en estos últimos pasos oficiales de Vélez en el semestre. Ya antes de repartir las cartas, las opiniones venían muy divididas con la conveniencia de clasificar o no a la Copa Sudamericana. La encuesta de TyC Sports, que llegó a marcar un 50 y 50 a principios de semana, terminó arrojando un 60-40 aproximado en favor de entrar, lo que de todas formas marcaba que la tendencia era la división. Y en muchos, esa indecisión anidaba en su propio pensamiento.
Los cierto es que Vélez clasificó. Y, aún para los que dudaban, no habrá representado un logro que lamentar: de todas formas, nunca es malo ver a la V azulada en los primeros planos internacionales. Ahora habrá que analizar qué camino se establecerá como prioridad del próximo semestre. Lo que asustaba era la indefinición sobre lo que pasará con el plantel, la posibilidad de repetir errores pasados, la tentación en la que siempre se cae torpemente de poner lo mejor en el torneo menos importante, la dispersión de los protagonistas cuando alternan entre dos frentes…
Pero no todo se trataba de razonamientos sobre lo bueno o lo malo de clasificar. En el medio hubo un partido. Y Vélez dejó muchísimo que desear en Rosario, con sus mejores protagonistas, ante un rival que no peleaba por nada. Otra vez, la peor imagen, la que ni el más acérrimo defensor del NO a la Sudamericana hubiese querido ver para el Fortín antes de un largo receso. En ese punto, la actuación del equipo por fin había logrado unificar criterios. Menos mal que los jugadores sí buscaban un objetivo. No lo demostraron. Contra Central todo fue tibio, errático y, lo más reprochable, en una actitud displicente. Volvieron los lentos. Y el objetivo, no hay que olvidarlo, se logró gracias a terceros.
Por Marisa Pontieri(TyC Sports)
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