viernes, 17 de septiembre de 2010

Una serie de eventos desafortunados

Laverni se robó los flashes y sería redundante enumerar una vez más sus desaciertos. Ya todos los sabemos: la figura del partido que decretó la prematura despedida de Vélez de la Copa Sudamericana no fue ni Erviti, ni Barovero, tampoco alguno de los ocho jugadores de Vélez que parecieron once y hasta coquetearon con la hazaña. Fue el juez el que consiguió a la perfección abrazar el objetivo que sin dudas persigue cuando sale a la cancha con esa actitud altanera que lo caracteriza: ser el protagonista. Porque lo de Laverni estuvo más allá de no ver, no interpretar o desconocer el reglamento, lo que constituyen los errores típicos de cualquier referi. Laverni desparramó sobre el Florencio Sola su inseguridad, su desequilibrio y sus ganas de figurar. Sobre todo, lo padeció Vélez, pero podría y podrá sufrirlo cualquiera.
Pero no nos engañemos: no sólo el árbitro puso su grano de arena para que Vélez haya pasado de tener un semestre con dos frentes a un cuatrimestre de cabotaje. Que el grueso árbol no nos tape el bosque. Porque con este empate que disfraza una derrota mucho tuvieron que ver las falencias propias y hasta una pizca de mala suerte. La que metió la cola cuando se lesionó Baldassi y terminó dejándole el pito a Laverni.

Que Somoza haya hecho tantos méritos para que lo echen es inadmisible para un jugador de su experiencia. Su pugna con Erviti lo hizo caminar por la cornisa durante todo el primer tiempo y motivó el primer traspié del silbato al no expulsarlo cuando debía. Si al hecho de que nunca haya recuperado el nivel indiscutido que lo caracterizó antes de aquella maldita lesión se le suma esta escalada de violencia, Gareca deberá agudizar su costado de psicólogo y calmarlo antes de que se convierta en el Sessa versión 2010. Y ya que hablamos de Gareca… la expulsión de Somoza fue tan anunciada que la responsabilidad lo excede y se traslada al técnico. Todos en la cancha sabían que el Flaco iba a terminar en las duchas. ¿No podría haberse adelantado el técnico a esta situación? Encima, cuando tuvo que sacar a alguien del medio, la ligó Razzotti. Al querido Tigre le faltó visión en medio de un desarrollo que tendía al caos.

El caso Ortiz también es muy cuestionable. Si bien es sabido que no tenía por qué correr alegremente con las pulsaciones a mil hacia Laverni para recibir la amonestación, su berrinche fue lo suficientemente extenso como para afectar el tan delicado equilibrio emocional del juez. Ortiz pecó de poco profesional y manchó infantilmente sus escasas imágenes con la camiseta de Vélez. Una lástima, pero por sobre todo, un error aislado que pagó todo el equipo. Por ese mismo camino transitó Silva, al que pareció jugarle en contra esa enérgica actitud que siempre lo destaca del resto. El Tanque pasó de potencial salvador a protagonista de un papelón consumado.

Lo cierto es que detrás del árbol de Laverni y del bosque de la serie de eventos desafortunados propiciados por el mismo Vélez, hubo algunos minutos de fútbol. El equipo, sin muchas luces, dominó, pero cayó en la efectiva y aceitada trampa de Banfield, sus métodos defensivos y de contraataque y su solidez para manejar las pelotas paradas ante marcas muchas veces defectuosas. No obstante, pronto el Taladro se había reducido a su faceta defensiva y conformista (sin reproches: estaba 2-0 arriba en el global) y Vélez, si se hubiera tomado en serio sus posibilidades y actuado como un conjunto maduro, bien podría haber escrito otra historia. Ojalá este capítulo gris sirva para que algunos se den cuenta de que ciertas actitudes son indignas en cualquier grupo que aspire a la gloria.


Por Marisa Pontieri (Tyc Sports).

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