domingo, 22 de agosto de 2010

Como nunca


¡Hola velezanos! Acá les escribo desde la calle, sentada en la puerta de una iglesia en Vercelli, Italia. Anoche "viví" el triunfo de Vélez como pocas veces: apenas escuché cuatro o cinco minutos, también en medio de una callecita, y con interrupciones. Sabíamos que podía pasar: a un hotel sin internet se le sumaron otros factores entre humanos e incontrolables, como la escasa batería en la notebook (los enchufes en Europa merecen un capítulo aparte) y un pueblo sin locales con wifi y con calles curvadas al mejor estilo Parque Chas que nos llevaron a encontrarnos, a mi novio y yo, en la misma noche cuatro veces en la misma esquina.

Salimos a las nueve de acá a recorrer la ciudad a la caza de internet. Creíamos que para un lado era la calle principal, la Giuseppe Garibaldi, y para el opuesto la fiesta del pueblo de los fines de semana, en una tal Piazza X. Supusimos que esos dos puntos serían los más concurridos por la redes del lugar. Pero nos perdimos, una y otra y otra vez. Y cada vez que veíamos donde apostarnos abríamos la notebook y verificábamos sin éxito si había alguna red sin clave que anduviera. Mientras, mi pobre madre desde Buenos Aires me mensajeaba algunas instancias del partido. Recién tuvimos suerte en el segundo tiempo, cuando probamos en una vidriera de un negocio cerrado que permitía sentarse. Como la batería ya flaqueaba, pusimos la radio y apagamos el monitor. Escuchamos un poco, luchando contra los cortes de red, hasta el momento del ¡penal! Darío Tonón vociferaba que la falta de Prósperi a Martínez merecía la intervención de la Comisaría 44. Y, como en un predecible cuento de fútbol, se cortó todo. Esta vez, por culpa de la batería. No había nada más que hacer.

Crucé los dedos pensando en el delay: seguramente, en Liniers la realidad ya se había consumado un par de minutos antes. Hasta que sonó el celular: ¡gol, gol de Vélez! Y lo gritamos en esa calle desierta. Caminamos algo más, sin rumbo como siempre, y luego llegó el mensaje del segundo gol. Y el final. Y de la forma menos convencional y más lejana, sentí que había vivido el partido como nunca.

Por Marisa Pontieri (TyC Sports).

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