Esto no es nuevo ni pasa  solamente en Vélez. Pero los hechos que nos vienen ocupando pusieron el  tema en el tapete con dureza. Se va el Roly Zárate, uno de los grandes  referentes que tiene Vélez en sus filas, desde aquel que asomó en los  buenos tiempos de Bielsa, pasando por el que sazonó con sus goles el  campeonato de 2005, hasta el que lloró como un fanático más en medio de  la frustración del último semestre. Y no se va por la puerta grande a  nivel institución: Gareca no lo tendrá en cuenta y suena en sitios poco  apreciados. Un trago difícil de dirigir para el hincha.Situaciones así,  lamentablemente, ponen al protagonista a hacer equilibrio en la cornisa  del sentir de la gente. Y algunos jamás se recuperaron de una caída de  esa índole. ¿Lo lamentarán ahora? Seguramente, aunque tal vez no sea tan  fácil trabajar de algo y darle la espalda a una buena oferta, en este  caso aspirar a un lugar entre once. Sólo que no es lo mismo que un  cajero cambie de banco y que un referente se mude de barrio. Aquí hay  terceros de por medio, los hinchas, cuyas conclusiones pueden terminar  decretando la caída de un ídolo, quien al fin y al cabo se dará cuenta  de que una decisión meramente laboral le quitó una identificación de  colores que a la larga podría haber resultado el aspecto más destacable  de su carrera. Antes, cuando lo económico pesaba tanto menos en el  fútbol, la cosa era simple: pasarse a filas indeseables era una  traición.Ahora, con la mega profesionalización de la pelota, surgió una mayor cordura y aparecieron casos de caídos que, ayudados por el olvido y la pequeñez de su traspié en comparación con sus logros, lograron reascender en el afecto del público. Como Raúl Cardozo, histórico del Fortín si los hay, al que cuando le tocó irse por antojo de los dirigentes, despechado, desparramó opiniones contra el club entero. El tiempo supo limpiar su imagen y, seguramente, hacer recapacitar al Pacha a la hora de separar culpas. Aunque nunca va a faltar algún hincha memorioso que haya perdonado aunque sin olvidar.
Por eso, los ídolos deben moverse muy astutamente a la hora de cambiar por completo de vereda. Siempre remarco que cuando Bianchi se fue a Boca, con todo el pesar, le desee la mejor suerte, pero después vinieron los gritos de gol en la cara, las declaraciones innecesarias… y ahora su figura divide aguas al por mayor. Hoy, que el Roly recale en un indeseable podría quedar en el olvido, pero en el fútbol actual, y al revés de lo que reza el refrán, lo que hieren son las palabras, los modos, los gestos. Ojalá se vaya con la grandeza que se merece, y que sepa dividir a tiempo las decisiones del técnico y los dirigentes y los sentimientos de los hinchas. Realmente, que el Roly termine como un ídolo caído sería una lástima.