sábado, 12 de junio de 2010

Los ídolos caídos

Esto no es nuevo ni pasa solamente en Vélez. Pero los hechos que nos vienen ocupando pusieron el tema en el tapete con dureza. Se va el Roly Zárate, uno de los grandes referentes que tiene Vélez en sus filas, desde aquel que asomó en los buenos tiempos de Bielsa, pasando por el que sazonó con sus goles el campeonato de 2005, hasta el que lloró como un fanático más en medio de la frustración del último semestre. Y no se va por la puerta grande a nivel institución: Gareca no lo tendrá en cuenta y suena en sitios poco apreciados. Un trago difícil de dirigir para el hincha.Situaciones así, lamentablemente, ponen al protagonista a hacer equilibrio en la cornisa del sentir de la gente. Y algunos jamás se recuperaron de una caída de esa índole. ¿Lo lamentarán ahora? Seguramente, aunque tal vez no sea tan fácil trabajar de algo y darle la espalda a una buena oferta, en este caso aspirar a un lugar entre once. Sólo que no es lo mismo que un cajero cambie de banco y que un referente se mude de barrio. Aquí hay terceros de por medio, los hinchas, cuyas conclusiones pueden terminar decretando la caída de un ídolo, quien al fin y al cabo se dará cuenta de que una decisión meramente laboral le quitó una identificación de colores que a la larga podría haber resultado el aspecto más destacable de su carrera. Antes, cuando lo económico pesaba tanto menos en el fútbol, la cosa era simple: pasarse a filas indeseables era una traición.
Ahora, con la mega profesionalización de la pelota, surgió una mayor cordura y aparecieron casos de caídos que, ayudados por el olvido y la pequeñez de su traspié en comparación con sus logros, lograron reascender en el afecto del público. Como Raúl Cardozo, histórico del Fortín si los hay, al que cuando le tocó irse por antojo de los dirigentes, despechado, desparramó opiniones contra el club entero. El tiempo supo limpiar su imagen y, seguramente, hacer recapacitar al Pacha a la hora de separar culpas. Aunque nunca va a faltar algún hincha memorioso que haya perdonado aunque sin olvidar.

Por eso, los ídolos deben moverse muy astutamente a la hora de cambiar por completo de vereda. Siempre remarco que cuando Bianchi se fue a Boca, con todo el pesar, le desee la mejor suerte, pero después vinieron los gritos de gol en la cara, las declaraciones innecesarias… y ahora su figura divide aguas al por mayor. Hoy, que el Roly recale en un indeseable podría quedar en el olvido, pero en el fútbol actual, y al revés de lo que reza el refrán, lo que hieren son las palabras, los modos, los gestos. Ojalá se vaya con la grandeza que se merece, y que sepa dividir a tiempo las decisiones del técnico y los dirigentes y los sentimientos de los hinchas. Realmente, que el Roly termine como un ídolo caído sería una lástima.